Las pesadillas infantiles y los terrores nocturnos se engloban dentro de los Trastornos del Sueño y concretamente en el grupo de las Parasomnias, que son aquellos trastornos del sueño caracterizados por acontecimientos o conductas anormales asociadas al sueño, a sus fases específicas o a los momentos de transición sueño-vigilia.

Normalmente, las pesadillas y terrores nocturnos no constituyen trastornos importantes, pero sí que pueden ser objeto de asesoramiento o intervención psicológica por los efectos secundarios que pueden producir en el niño, como son por ejemplo el miedo a dormirse, miedo a la noche, miedo a conciliar el sueño sólo, irritabilidad, ansiedad, etcétera.

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Pesadillas

Podríamos definir las pesadillas como un sueño largo y elaborado, que provoca una intensa ansiedad o terror, que termina con el despertar del niño, pasando rápidamente del estado de sueño a un estado de alerta. La sensación de miedo o ansiedad se prolonga una vez despierto y el niño se deja consolar por los padres.

Cuando el niño despierta de una pesadilla, es capaz de describir la secuencia de lo que estaba soñando con detalle. Por norma general, el contenido de los sueños suelen ser peligros físicos, como ataques, persecuciones… En otros casos el peligro es más sutil: fracasos personales, situaciones embarazosas, etcétera. Las pesadillas suelen aparecer, con más frecuencia, en la segunda mitad de la noche, hacia el amanecer, aparecen en la fase de sueño REM. Y aunque pueden aparecer por primera vez a partir de los tres años, las pesadillas predominan entre los ocho y diez años de edad. Las pesadillas suelen remitir a medida que el niño se hace mayor y no necesitan ningún tipo de intervención psicológica.

¿Qué puede favorecer la presencia de pesadillas?

La presencia de pesadillas de manera esporádica es algo completamente normal y no debe alarmar a los padres. En ocasiones, las pesadillas pueden estar relacionadas con algo que ha causado inquietud en el niño: programa de televisión, historias de miedo, angustias de los padres…

Los niños inseguros son más propensos a tener pesadillas, y también son más frecuentes en niños sometidos a un estrés psicológico y social intenso, o en aquellos que han estado separados de sus madres durante un largo periodo de tiempo o si son hospitalizados.

¿Cómo tratar las pesadillas?

Cuando el niño tiene una pesadilla es importante que sepa que tiene el apoyo de sus padres, por eso es conveniente acercarnos al niño, tratar de tranquilizarlo y ofrecerle seguridad si se despierta. Del mismo modo, deberíamos:

– No llevarlo a la cama de los padres porque los acostumbramos y estropeamos el buen hábito del sueño.
– Tampoco debemos hablar del contenido del sueño en el momento ni encender la luz. El contenido lo comentaremos durante el día.
– Evitar la excitación excesiva: programas violentos, historias de miedo…
– Si el contenido del sueño se repite con frecuencia, investigar qué le provoca la ansiedad, tratar de hablar sobre ellos y serenarlo.
– No abrumar al niño con demasiadas explicaciones de entrada, por ejemplo: intentar demostrarle que los monstruos sólo existen en su imaginación.
– Utilizar una voz suave y trata de no mostrarte excesivamente preocupado o ansioso por lo que ha sucedido.

Terrores nocturnos

Los terrores nocturnos son menos frecuentes que las pesadillas, no obstante, tienen también una alta incidencia en la población infantil. Durante el episodio es habitual que el niño se siente bruscamente en la cama y comience a gritar y llorar con una expresión facial de terror y signos de intensa ansiedad.

A diferencia de lo que sucede en las pesadillas, en los terrores nocturnos no suele despertarse fácilmente a pesar de los esfuerzos de otras personas que tratan de sacarlo del trance desagradable. Si finalmente se consigue, el niño se muestra confuso, desorientado durante unos minutos y con una cierta sensación de temor pero no tan acusado como en el caso de las pesadillas. No hay recuerdo del sueño y si no se ha despertado totalmente vuelve a dormir inmediatamente sin recuerdo de lo sucedido al día siguiente.

Los terrores nocturnos se suelen producir en la primera mitad de la noche, en el sueño no REM, y suelen durar de uno a diez minutos. Aunque suelen aparecer alrededor de los dos o tres años, son más habituales entre los cuatro y siete años de edad. Los niños con terrores nocturnos no presentan una mayor incidencia de trastornos mentales o psicopatológicos que la población general a diferencia de lo que se suele observar con población adulta.

¿Qué puede favorecer la presencia de terrores nocturnos?

Los terrores nocturnos son más frecuentes en niños que en niñas. Llegar a la noche demasiado cansado puede provocar un sueño muy profundo, donde se producen los terrores nocturnos. Pero también puede haber antecedentes familiares de terrores nocturnos o sonambulismo.

Sólo en algunos casos muy poco probables, los terrores nocturnos están relacionados con problemas psicológicos del niño. La tensión emocional y la fatiga parecen incrementar la aparición de estos episodios. Hechos traumáticos recientes (hospitalizaciones, separación de la madre, muerte ser querido, etc.) son factores de riesgo que pueden desencadenar y mantener los episodios.

¿Cómo tratar los terrores nocturnos?

Lo primero que hay que saber es que no producen sufrimiento en el niño, ni son debidos a psicopatología ni a acontecimientos terribles en sus vidas. Cuando nuestra hijo tenga terrores nocturnos, debemos centrarnos en estar junto al niño, y en ese momento:

– Intentar tranquilizarle (aunque suele ser inútil) y dejarlo dormir al terminar el episodio.
– Normalizar las pautas de sueño: evitar que llegue excesivamente cansado a la noche; una pequeña siesta suele ser útil.
– Durante el episodio es mejor no hablarle ni intentar despertarle. Hay que esperar a que el episodio siga su curso natural pero bajo nuestra vigilancia. Simplemente hay que vigilar que el niño no se caiga de la cama o sufra cualquier daño físico derivado de su incorporación de la cama y su estado (recordemos que el niño no está despierto).

Principales diferencias entre pesadillas y terrores nocturnos.

Para diferenciar las pesadillas infantiles de los terrores nocturnos, principalmente nos tenemos que basar en tres pautas:

– En las pesadillas el niño recuerda a la mañana siguiente el contenido del sueño; en los terrores nocturnos no recuerda nada de lo soñado.
– En las pesadillas el niño se suele despertar y se deja calmar por los padres. En los terrores nocturnos no suele despertarse y los intentos de calmarlo suelen ser inútiles.
– Los terrores nocturnos suelen ocurrir en la primera mitad de la noche, en la fase más profunda del sueño. Las pesadillas, son más frecuentes en la segunda mitad de la noche.

¿Cuándo es necesario consultar con un especialista?

El criterio para consultar a un especialista suele ser que alguna de las dos perturbaciones, pesadillas o terrores nocturnos, afecten a las actividades habituales del niño o estén produciendo un malestar significativo. Por ejemplo, que sea un impedimento para poder ir de excursión, que le esté provocando miedo y preocupación a quedarse dormido… Si se cumple alguno de esos criterios o son demasiado frecuentes, es conveniente consultar a un especialista para determinar si hay alguna otra problemática de tipo psicológico.

Los especialistas a los que se puedes consultar sobre pesadillas o terrores nocturnos, son: el orientador del Colegio, el pediatra, un psicólogo o psiquiatra infantil.

Fuente: Folletos de ayuda a padres y madres. Jesús Jarque García.
www.jesusjarque.com